¿Qué es la Medicina Basada en la Evidencia?
Una de las características de la Medicina actual es la gran variabilidad que existe en el manejo de las patologías entre diferentes centros de atención e incluso entre profesionales de un mismo establecimiento, frente a un mismo paciente. Esto se ha visto aumentado en los últimos años por la irrupción acelerada de nuevas tecnologías sanitarias (asociada a un bombardeo constante de la industria relacionada por incorporar sus productos) por la gran cantidad de publicaciones científicas que se producen y la enorme circulación de información a través de internet. Todo esto hace que la información que manejan los profesionales no siempre tenga un sustento muy adecuado, frente a pacientes cada vez mejor informados.
En un intento por enfrentar adecuadamente esta situación, surgió en 1992 en la Universidad de Mc Master en Canadá, el concepto de Medicina Basada en la Evidencia (MBE), que ha sido definido como “la utilización consciente, explícita y juiciosa de la mejor evidencia científica disponible para tomar decisiones sobre el cuidado de pacientes individuales”. Esto implica un adecuado análisis de la situación clínica, los recursos con se cuenta, la experiencia del profesional o equipo a cargo, la utilización de la mejor evidencia científica disponible y la consideración de los valores, preferencias y circunstancias del paciente, para orientar la toma de decisiones clínicas.
De este modo, es posible mencionar que la práctica de la MBE empieza y termina en el paciente:
Estos conceptos se han extendido a otras disciplinas, por lo que en la actualidad se habla de salud basada en evidencias. El desarrollo de la MBE ha facilitado la aparición de fuentes información que evalúa la calidad metodológica de los trabajos científicos publicados, además de su relevancia clínica y pertinencia. En este aspecto un actor relevante ha sido la Colaboración Cochrane, organización que se realicen sistemáticas las pone a disposición de los clínicos para ayudarlos en su toma de decisiones.
La MBE ha tenido en otros países un gran desarrollo, con la generación constante de Guías de Práctica Clínica (GPC) basadas en evidencias, a través de organismos centrados en esta área. Estas GPC también incluyen información clara dirigida a los pacientes, para que puedan tomar decisiones informadas. Sin embargo, en el nuestro su llegada ha sido muy lenta y su aplicación sólo marginal o francamente resistida, debido a que culturalmente la atención ha estado centrada en las alternativas a la MBE:
· Medicina Basada en eminencia (la opinión del profesor)
· Medicina Basada en vehemencia (la opinión del que grita más fuerte).
· Medicina Basada en elocuencia (la opinión del locuaz)
· Medicina Basada en Providencia (que sea lo que Dios quiera)
· Medicina Basada en falta de confianza (no le creo a estas cosas nuevas)
· Medicina Basada en el miedo (hay que protegerse de las demandas)
· Medicina Basada en la soberbia (yo tengo la razón)
La práctica de la MBE genera ventajas para los profesionales sanitarios, como para los pacientes. En el caso de los profesionales, facilita la integración de la práctica clínica con la capacitación continua, incrementa la confianza en las decisiones clínicas y de gestión, reduce la incertidumbre en las decisiones cotidianas, facilita el trabajo en equipo, mejora la distribución de los recursos asignados. En el caso de los pacientes disminuye la variabilidad clínica, facilita el acceso a prestaciones más eficaces, ofrece una oportunidad de comunicación con su médico para tomar decisiones informadas.
Una de las limitaciones para su práctica es que se necesita un entrenamiento para su utilización habitual, situación que se ha intentado superar incorporando el tema en la formación de pregrado. Sin embargo, los estudiantes encuentran que en su práctica clínica no logran visualizar su uso por la escasa o nula formación que sus tutores tienen al respecto.
El desafío actual es cómo lograr la transferencia del conocimiento desde los ámbitos académicos hacia los clínicos y los pacientes. Esto permitiría a ambos actores, integrar la compleja información que se requiere para la toma de decisiones clínicas manteniendo presente los valores y circunstancias de los pacientes.
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